viernes, 4 de noviembre de 2011

La importancia del agua en la agricultura

Hace falta educar en nuestras escuelas, en todos los niveles de educación básica con respecto a la importancia que tiene el agua y la agricultura, en estos tiempos de crisis alimentaria. Este vital líquido es un elemento de producción significativo para la agricultura de nuestro país, tanto para los  campos de cultivo como para el ganado.  El cambio climático en estos momentos tiene un impacto importante en la agricultura, en lo relativo a la cantidad y a la calidad del  agua, esto se nota mediante el aumento de la demanda mundial de alimentos, conforme aumente la población. La agricultura ya está resintiendo las consecuencias de fenómenos extremos como las inundaciones, las tormentas y las sequías, que pueden implicar exceso o escasez de agua y que probablemente serán cada vez más frecuentes.

Desde la antigüedad, los agricultores han controlado el ciclo del agua a escala local, ya sea a través del riego o del drenaje, se puede influenciar con buenos resultados, como parte integral del sistema climático, a través del uso de prácticas agrícolas adaptadas. Las soluciones que permitan una mayor producción, empleando para ello menos agua, son una prioridad clave de cara al futuro. El acceso a un suministro de agua adecuado resulta vital, si deseamos que la agricultura siga proporcionando beneficios sociales, medioambientales y económicos.

La agricultura depende del clima y de las condiciones naturales; las situaciones climáticas cambiantes producen desequilibrios entre las precipitaciones y las necesidades de los cultivos durante la vegetación, lo cual ocasiona graves consecuencias para los rendimientos y para la calidad de los productos agrícolas. El aumento de la frecuencia y de la gravedad de las condiciones climáticas extremas aumentará la vulnerabilidad del sector agrícola.  El riego es una herramienta vital que sustenta a la producción en diferentes áreas. En ausencia del riego, aparece el riesgo del abandono de las tierras y las graves dificultades económicas, por no hablar de la posible deslocalización de la producción agrícola. Las tecnologías de riego mejoradas y las prácticas de ahorro de agua se convertirán en claves esenciales para salvaguardar la producción agrícola en dichas regiones.

El agua dulce sólo representa el 3% de los recursos hídricos del planeta, y sólo el 1% está disponible para las actividades humanas, incluida la agricultura. La cantidad de agua que se necesita para producir un cultivo depende de las condiciones del suelo, de la variedad del cultivo y de las temperaturas. Es muy probable que los desequilibrios entre la disponibilidad y la demanda de agua se exacerben con el cambio climático y, al igual que el acceso a la energía, la gestión del agua se está convirtiendo en uno de los principales retos geoestratégicos del siglo XXI. El aumento de la frecuencia y de la gravedad de las condiciones climáticas extremas se nota en la debilidad del sector agrícola, tendrán graves consecuencias para los suelos. Además, las inundaciones, el granizo, las tormentas y las lluvias torrenciales originan daños en los cultivos y repercuten negativamente en la cosecha de los agricultores.

La gran diversidad de las condiciones locales y de las prácticas de producción agrícola, hace que sea difícil determinar un nivel correcto de adaptación, de hecho, algunas comunidades de nuestro país y en particular de nuestro estado sufren de sequías prolongadas e incluso permanentes, cuyos efectos se están viendo afectados por las condiciones cambiantes. Por consiguiente, en dichas regiones, la desertificación y el abandono de tierras que antes eran productivas tienen poco que ver con las malas prácticas agrícolas.
La concientización de las personas dedicadas a las actividades agrícolas sobre cómo pueden adaptarse al cambio climático y la mejora de la información sobre los retos y las soluciones son los primeros pasos, con el  fin de estimular e incrementar la actividad del sector. Las mejores soluciones serán las más rentables y las que cuenten con una mayor aceptación entre los agricultores. Se deberían favorecer las medidas voluntarias, que sean lo suficientemente flexibles y que no requieran mucha burocracia. Es también importante apoyarlos a través de sistemas de asesoría especializados, con el fin de reducir los costos de producción.
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Es esencial reconocer claramente que el sector agrícola desempeña un papel único en el debate sobre el agua. El sector agrícola no es únicamente consumidor de agua, sino que puede desempeñar un papel activo a la hora de encontrar soluciones a los problemas relacionados con este recurso. Si se desea dar respuesta al aumento de la demanda mundial de alimentos y a la erradicación del hambre, es crucial que se garantice el mantenimiento de la producción agrícola frente a los nuevos retos climáticos.
Se necesitarán regímenes agroambientales que permitan la adaptación de los agricultores a los efectos del cambio climático a través de una gestión mejorada de los suelos y de los recursos hídricos.  Algunos ejemplos clave incluyen: las medidas que ayuden a la mejora de la  en el uso del agua y el uso de cultivos y tecnologías adaptados a la escasez de agua; así como las medidas de desarrollo de nuevas fuentes de suministro de agua para la agricultura, como las redes de riego y lugares para almacernar, como presas o tanques.

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